martes, 13 de marzo de 2012

Aislamiento.

Hay veces que, aunque no haya pasado nada grave en tu vida, te apetece hacerte un bultito y esconderte bajo las sábanas. No sabes la razón, y cuando te pones a pensarlo lloras. Parece que el mundo se te desmorona encima a cada momento del día, no quieres sonreír, no quieres hablar con nadie.

Recuerdos, sentimientos, van y vienen, ten usan un momento y después desaparecen. No durante muchos, son maliciosas, les gusta volver y golpear la herida repetidamente.

Pasan los días y te vas deprimiendo más y más, por cosas pequeñas de las que haces una montaña. Un granito de aquí, otro de allá, crece y crece el malestar. Te aíslas, te escondes, y quien te quiere, quien te estima, no sabe por qué. De golpe un día, te da por pensar: "¿Cómo he acabado así? ¿Cómo he acabado lamiéndome de este modo las heridas? ¿No había dejado todo eso ya atrás?" ¿Y qué haces? O mejor dicho, qué debes hacer. Te levantas, das una patada a las sábanas, enciendes la luz y decides que debe acabar, va siendo hora de ponerse en pie tras esa estúpida caída. El mundo tiene demasiadas cosas que ofrecer como para rendirse por cualquiera.

Doll.

No hay comentarios:

Publicar un comentario